Y después de pasar un fin de semana estupendo lo mejor es
volver a tu cuarto y retozar entre la funda nórdica y la sábana bajera. Ya
bueno, pero también te puedes ir a Hamburgo. Total, está, como quien dice, a un
tiro de piedra. El único problema: el tren. Ese transporte que los modernos y
las parejas enamoradas llaman “el mejor modo de moverse” y lo encuentran
nostálgico. Yo sólo encuentro que en DSB tienen unas muffins de chocolate
estupendas. Pero todavía el sistema de trenes daneses es veloz. Moverse por Alemania es otra
historia. Creo que iría igual de rápido en coche. Echo de menos el AVE.
Sin embargo, Hamburgo es no sólo uno de los lugares
favoritos para los hipsters, los
modernos o los más trendy entre la
gente europea, también lo es de los puteros. Si eres un viejo verde alemán
(también se aceptan otras nacionalidades) y quieres ver como señoritas bailaban
con ropa, con poca y sin alguna, desde luego esta es tu ciudad.
Salir del mini-mundo danés de ciudades pequeñas, todo
políticamente correcto enmascarado con un foulard
de libertarismo trasnochado y donde las tiendas cierran alrededor de las seis
de la tarde y entrar en Hamburgo ha traído a mí ese cosmopolita que había
asesinado en mi habitación de Korallen.
Además soy de esas personas que cuando visita una ciudad
necesita algo y nunca es turístico. Vi un cartel de “Keep calm and carry on”
–algo que debería comprarme en Londres y no en Hamburgo- pero estuve a punto de
caer. Entro en Hard-Rock Café no para ver qué estrellas de la música estuvieron
allí antes que yo, sino para mirar el merchandising
de HRC. La tienda St. Pauli, que para
muchos representa algo más allá de la afición por el fútbol alemán, para mí es
un lugar donde encontrar ropa nueva y exclusiva. Y finalmente, si hay quien
entra en un centro comercial en busca de postales, yo me paso haciendo cola
para comprarme una sudadera de Hollister.
Súmale un So-Ho y un barrio portugués y tienes oportunidades infinitas de
comprar, lo que sea: arte, decoración, ropa o incluso libros.
Amy, we still love you but there's nothing you can do to take me away from Hamburg |
Ah, bueno, sí. Eso. La ciudad. Entrando en temas más serios,
he decir que Hamburgo ha conseguido unir dos estilos que ayuntamientos del
mundo entero no encuentran complementarios. El ladrillo, el pan di oro y el mármol no tienen por qué
estar lejos del cristal, el acero y -¿por qué no?- el plástico. Mi compañero
Daniel al principio parecía muy emocionado con la arquitectura y yo lo miraba
con una ceja levantada. Al final, el español se rindió ante el suizo. Llega el
atardecer y la ciudad, nueva o vieja, vacía o llena de coches, arde en las
luces naranjas.
Muchas oportunidades en esta ciudad del estereotipado
cuadriculado mundo alemán. Muchas oportunidades de todo tipo de diversión.
Muchos lugares donde despilfarrar tu dinero de una forma inteligente o
simplemente ociosa. Muchos lugares donde comer grasienta y dulce pastelería y
el más asiático box de noodles.
Muchas oportunidades de vivir en una ciudad nueva y vieja al mismo tiempo con
muchos lugares que vivir.
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