No, todavía no he perdido la cabeza y ni padezco algún tipo de demencia. Odense es más que Andersen y su hermoso teatrillo al lado de la casa. He estado investigando con células y proteinas en un laboratorio, he estado a la hora de cierre de Tommy Hilfiger, he ayudado en una pizzería.
He descubierto una parte de Dinamarca que no conocía. Con mi altiva mirada observaba la fiesta danesa. Vale, yo vengo de Madrid y soy una generación consecuencia de valores desarrollados tras La Movida y la sensación es diferente cuando eres un estudiante de intercambio en tu burbuja internacional. Así todo es más light. Es bajo en calorías de fiesta. Se necesita un nativo al que no le importe que seas estudiante. Se necesitan amigos daneses que te muestren la verdad. Y lo cierto es que puedes quedarte hasta las 7 am celebrando un sábado. Pensaba que era algo de la calle Huertas de Madrid, de Malasaña o de Tribunal. Sin embargo, el tono de la fiesta todavía sigue siendo un poco distinto.
Ahora, atención al dato, lo que más me sorprende es algo tan normal y corriente, incluso insulso para un español, como es la bolera. Me dijeron "vamos a la bolera a las 11". Pensé que era un poco tarde para un plan así. También pensé que la bolera la dejé atrás cuando yo superé la preadolescencia. Pero no, es un lugar bastante variopinto. Música a todo volumen, luces de discoteca, copas y un ambiente festivo. Nada que ver con lo que estoy acostumbrado a ver. Yo sólo recuerdo a las entrenadas señoras mayores de mi barrio derribar bolos con movimientos aprendidos durantes años de experiencia, a niños que empiezan a salir y los cumpleaños celebrados en la bolera con perritos calientes y hamburguesas. Curiosa forma la de Dinamarca de reconvertir el concepto ocio sano en algo aún más lúdico.
Y es que los daneses, hacen del deporte y del ocio indoor algo más festivo y loco.
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